Aunque nadie tiene la obligación de responder una carta, no nos digamos mentiras, siempre el remitente espera una respuesta. En silencio, en su corazón y en su mente espera una respuesta.
Es desagradable y triste escribir una carta con el corazón, donde expones miedos, donde quedan al desnudo tus sentimientos y pensamientos, y para la persona a la que le envías la carta no es importante decir nada. Es como si le importara poco o nada, tu gesto de escribirle y decirle lo que piensas y sientes. Para rematar la carta tiene preguntas que se quedan sin respuestas.
Quizás no sea actualmente costumbre enviar y recibir cartas. Aunque podríamos considerar los mails como cartas, lo cierto es, que la mayoría de las personas no pasan de simples, cortos y escuetos mensajes de WhatsApp.
Tal vez, porque soy escritora, mi manera más espontanea, lúcida y clara para expresarme es escribiendo. De esta manera puedo expresar mejor mis ideas.
No espero una respuesta escrita, porque es posible que ese no sea el medio por el cual esa persona se exprese mejor, espontanea y libremente. Quizás, prefiera otro medio, en audio o en charla personal, por ejemplo. Pero, no he recibido ninguna respuesta por ningún medio, sólo silencio.
Y a mí me aterra el silencio. Cuando trabajaba en radio, el silencio era casi como un crimen. El silencio siempre es nocivo, por lo menos para mí, deja mi imaginación suelta. Que mi mente se imagine todos los escenarios posibles y hasta improbables, mi imaginación es voraz. Y no sé por qué siempre elige volar hacia lugares sombríos. A lo mejor sea una cuestión de inseguridad o autoestima.
Lo cierto es que, no respondió la carta, ni siquiera partes de la carta. Y a estas alturas no creo que lo haga, ni siquiera leyó otra parte de la carta enviada después. No quiso, no le dio importancia, no le interesa, es irrelevante para él. Acciones como estas hablan solas.
Es más, le entregué una copia del archivo original de uno de mis libros, cosa que no hago nunca, porque así es como se piratean los libros, pero lo hice con él. De hecho, con o por él he roto absolutismos y he hecho cosas que no pensé hacer o que me dije a mi misma que nunca haría. Y le envié el libro porque me dijo que quería leer un libro mío.
Y le entregué un libro muy íntimo, con el que me puede conocer a fondo, puede conocer todas las etapas de mi vida, como pensaba, como sentía, como veía el mundo en diferentes edades, desde que era una niña hasta 2017. Y ni siquiera lo leyó. Ni una parte, ni un capítulo, simplemente no lo leyó.
Las acciones hablan solas, si hubiese sido, al contrario, por respeto, por reciprocidad y hasta por cariño me lo hubiera leído o me lo estaría leyendo. Aunque es un error esperar que otros reaccionen o actúen de la misma manera como lo harías tu mismo. Pero, pienso que en este caso lo lógico sería leerlo ¿Para qué pide un libro que no pensaba leer?
No sé, escribo liberándome un poco de mis pensamientos y sentimientos. Esta es como una carta nunca enviada, como las que escribía antes en mis cuadernos, cuando no existía internet, así que solo las leía yo. Esta es una carta nunca enviada que él no leerá . Porque, aunque se la envíe no la leerá, creo (hace tiempo) que ya no le interesa leer lo que escribo. Así que esta es una nueva carta con destinatario que no la leerá.