¡No es él!

El lunes festivo lo vi.  Me llamó en la mañana. Parece que le gusto y mucho. Me invitó a merendar. Y aunque tenía (tengo) mucho que escribir y llevó 4 días encerrada como una monja de clausura, decidí salir a merendar con él.

Era la oportunidad de conocerlo mejor, más allá de la monotonía profesional y darme cuenta de cuán interesado está en mí. No me gusta hacerme expectativas, siempre es mejor (en todos los aspectos de la vida) ir con la mente libre de prejuicios, de ideas preconcebidas o empeliculada, como dicen los ciudadanos de a pie.

Me invitó un café, le dije que no, mejor le recibía un helado. Me gusta el café, pero en bajas dosis. El helado en cambio me enloquece. Así que me llevó a comer helado.

¡Wait! Me volé una parte de la historia. Cuando lo vi me llevé la primera desilusión de nuestro encuentro. Llevaba puesto un pantalón casi tobillero con zapatos mocasines ¡SIN MEDIAS! Sí, sin medias. Casi muero. Me parecen muy sexys los hombres con medias, pero bueno… (Un post sobre el tema).

En el trabajo, en uno de mis trabajos, tengo varios; es mejor hacer la aclaración, no vaya a ser que me lea alguien de uno de mis trabajos e intenten suponer quien es el fulano.

Afortunadamente por estos lares me leen muy poco, me alivia eso, saber que en el pueblo grande en el que vivo, solo un grupo reducido de personas me leen. Me permite escribir sin cohibirme.

Retomemos, en el trabajo siempre lo había visto con zapatos y medias. Fue para mí una verdadera sorpresa descubrir que le gusta andar sin calcetines.

Ya en la heladería, llegó el mesero a tomar la orden y él sin esperar que le comentara lo que quería para que el ordenara, dijo después de escoger su helado “supongo que ella quiere uno de chocolate”. La feminista que vive en mí se despertó indignada. “No, no quiero de chocolate, sino de avellana con naranja”. Ni disculpas pidió por suponer lo que yo deseaba.

Luego comenzó ese momento incomodo de seudo interrogatorio para conocernos mejor, ¿Qué música te gusta?, le pregunté, “de todo, sobre todo tropical y urbana”, me respondió. Entonces le pregunté si usaba Spotify para seguirnos mutuamente las playlist. Y así fue, nos comenzamos a seguir en Spotify y fue ahí cuando me horrorice. TODAS, TODAS sus  playlist eran de reggaetón.

Primero los zapatos sin medias, segundo el incidente del helado de chocolate y luego su profunda preferencia por el reggaetón. Tres señales clarísimas que este chico y yo no teníamos ningún futuro, de ese helado no pasaremos.

Después del breve interrogatorio, comenzó una frívola conversación, que se tornó sonsa y aburrida. Siempre tuve la percepción de que era alguien divertido, pero en nuestra primera conversación sin temas profesionales de por medio, hasta bostecé.

Ya acabándose el helado, me invitó a cine… muy sutilmente le dije que no podía, tenía otro compromiso, que mejor otro día. Nos despedimos y se acabó. Al día siguiente me llamó para ir a cine. Nuevamente me excusé y creo que entendió, el encanto que me provocó se derritió como un helado ¿Debería darle un chance de una segunda cita? Creo que no. El asunto de los zapatos sin medias, del reggaetón, que no tuviéramos un tema de conversación y sobre todo de su machismo descarado no se le va a quitar por ir a cine conmigo.

Así que, no es él. Lo único que le puedo ofrecer es mi franca amistad. Aunque verlo a diario le arregla a una el panorama, porque es tan guapo, que entre tanto hombre feo en el trabajo, él es una obra de arte que alegra el día.

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